jueves, 13 de diciembre de 2012

LA FAES Y WERT NOS LLEVAN A ESTO....









 
Nos quieren imponer su ideología. Para la estrategia político social que pretenden es indispensable educar a los jóvenes al amparo de los símbolos que nos inculcaron a los que vivimos la dictadura. El retorno al pasado solo se consigue trasladando ese pasado al momento presente.
 
La religión es un pilar para ellos. Se convierte en baremo y condiciona cualquier pensamiento del alumno. En la pared el crucifijo se convierte en estandarte y las fotografías que siempre le acompañan son los iconos de referencia a la hora en justificar la vida que te imponen. En nuestra época fueron Franco y José Antonio. Ahora tienen más opciones. La del rey y muchas más. Puestos a ser sátiros imagino un aula post reforma y veo como acompañantes de la cruz al monarca y a Rouco Varela. Solo tengo dudas respecto a cual de los dos ocupará el lado derecho, el que se corresponde con el buen ladrón que nos cuenta San Mateo.
 
 
 
El "nazi"onalismo absolutista es la razón de las razones. La lengua del imperio como vehículo de comunicación prioritario. No importa que los niños lleguen a la escuela con su propio idioma como base. Así nos educaron a nosotros. La lengua materna solo se permitía en el recreo pero bajo ningún concepto en las aulas. Ahora, con la reforma, disfrazan la prohibición convirtiéndola en una asignatura de tercer orden, con menos valor que la religión.
 
¿Existe la Constitución? Puede que todavía esté viva pero duerme el sueño de los justos.
El idioma autóctono está protegido por la Carta Magna. Un texto, supuestamente sagrado, en el que se declara a España como país laico, aconfesional. Todo lo contrario a lo que pretende la reforma del gobierno Popular a instancias de la FAES que es quièn le señala los caminos a seguir para llevarnos a la oscuridad de un colectivo sumiso, incapacitado para pensar, sin posibilidad de decidir. Todo ello disfrazado de democracia, algo sencillo para ellos en un Parlamento donde disponen de una mayoría que les permite hacer primero y legislar después.
 
Universidades privadas, inasequibles para la mayoría, gestionadas por el Opus o por colectivos afines a la Iglesia, servirán para formar a los elegidos. Solo dos requisitos: poder permitirse el pago de sus elevadas matrículas y provenir de centros elitistas a los que un obrero nunca habrá tenido oportunidad de acceder. El resto, nosotros, la mayoría, diplomados en servilismo, graduados en obediencia, doctorados en plebe.
 
Así creció mi generación. Solo hubo algo que no pudieron mutilarnos; la voluntad de crecer como personas. Y fué esa misma voluntad la que, a medida que nuestro cuerpo y nuestra mente se estiraban, se iba apercibiendo de que las cosas no podían ser así. Nos llegaban noticias de otro mundo en el que la libertad era un derecho y la democracia la soberana de la vida de su gente.
Mayo de 1968. París. Algo que ni siquiera Franco pudo silenciar. Mayo de 1969. Madrid y Barcelona. El despertar.
 La diferencia con respecto al momento actual estriba en que llegamos a saber lo que queríamos porqué no se nos permitía conseguirlo. Los jóvenes de ahora han tenido el privilegio de nacer en un marco social donde, a pesar de que todavía quedaba mucho por hacer, ellos tenían acceso a lo fundamental. No pretendo decir que su vida afloró en un mundo de rosas. Pero si creo que es mucho más difícil reaccionar cuando te quitan algo, y no estabas preparado para ello, que anhelar un cambio por tal de conseguir mejoras en tus derechos. Todo lo que es gobierno está haciendo les ha pillado por sorpresa, en la comodidad de una vida -no hablo de materia- que les permitía ser ellos mismos sin que ningún decreto condicionara su existencia. Afortunadamente ya empiezan a moverse. Ayudémosles contando lo que saben; solo que esta vez debemos insistir en que no son historias del abuelo.
 
La FAES, Aznar, Rajoy, la Iglesia Católica, Rouco Varela....Quieren convertirnos otra vez en piezas silenciosas  de un sistema que les permitirá reestablecer el clasismo.
 
De nosotros depende. De nuestros hijos y, muy pronto, de los hijos de nuestros hijos.
Empezemos a remar nosotros que ya sabemos donde está la barca. La calle es nuestra nave.
 
 
 
 


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