jueves, 28 de marzo de 2013

¿SOLO UNA SEMANA DE PENITENCIA?

 Los medios le dedican amplios espacios a la celebración de los rituales propios de esta semana. Toda fé merece el máximo respeto a pesar de que, a menudo, la creencia se convierte en un acto pasional que cruza la línea que separa el culto de la farándula.
 
Es una semana en la que la tradición impone que los creyentes recapaciten sobre su conducta respecto a los cánones dictados por su iglesia. ¿Qué hemos hecho bien? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Cómo reconducir los errores para no volver a incurrir en ellos? Son días de penitencia que, a los más implicados, viene impuesta por los clérigos poseedores del privilegio de juzgar e imponer la condena pertinente.
 
 La penitencia es castigo para quienes no han cumplido con las normas. Unas normas monolíticas, dictadas desde una cúpula que no se somete al plebiscito de sus seguidores. Si tomamos al catolicismo como referencia se rige bajo los designios del Vaticano quien tiene el poder absoluto para interpretar las escrituras en las que se basa su ideología.
 
Cristo de las Mercedes de Galapagar, Madrid En esta semana en la que se mezclan las saetas con el chapoteo de las playas o las barbacoas de la sierra, se intenta crear un sentimiento colectivo de culpabilidad que consigue el indulto el llamado domingo de resurrección, día en el que las conciencias se alivian y se reemprende la vida cotidiana con la sensación de que la purga ha sido fructífera. En una semana el aparato digestivo de la moral queda limpio de impurezas. Ya no hay más castigo salvo que el creyente sea un acérrimo practicante y se autoflagele de modo periódico metiendo la cabeza en un confesionario.
 
 
 Otras creencias, absolutamente laicas, buscan los caminos de la purificación a través de la voluntad popular que se manifiesta en las urnas atendiendo las propuestas que reciben de distintos grupos ideológicos que pretenden conducir los destinos de la sociedad consiguiendo la mayoría en el cónclave permanente de un congreso. A veces ganan unos, a veces otros.
 
Cada vez que se produce un cambio de tendencia en el grupo vencedor se conmueven los cimientos de las escrituras que, supuestamente, marcan los límites de conducta, establecen derechos y garantizan libertades.
 
 El problema surge cuando los vencedores se sienten por encima de esas escrituras y emulan la dinámica de las religión, donde es dogma todo aquello que la santa sede indica.
En estos momentos, en España, estamos viviendo la semana de penitencia más larga de la historia. Comenzó un 20 de Noviembre de 2011 cuando millones de ciudadanos creyeron en el paraíso que, a modo de profecía evangélica, les prometieron fascinerosos disfrazados de ángeles salvadores.
Prometieron la vida eterna para conseguir la tiara del poder y, desde el mismo momento en que la obtuvieron, nos acusaron de pecar sin medida durante años y años. Vivir por lo que ellos consideraban por encima de nuestras posibilidades era un pecado que exigía una penitencia sine die.
 
Nació una nueva Inquisición que juzga y condena a la hoguera sin escuchar al reo. No le importa torturar, aniquilar, desesperar. Nuestro pecado es querer seer libres y es algo que ellos no pueden consentir. Ahora que tienen el templo no admiten otro dios que el que ellos han creado.
 
Bienaventurados los pobres porqué de ellos es el reino de los cielos.
El gobierno de Rajoy se ha tomado al pie de la letra esa bienaventuranza del evangelio cristiano. Solo que el reino de los cielos es para ellos mientras que a nosotros nos condena a la miseria, la incultura, el miedo, incluso el hambre.
 
La semana santa es solo una semana. Nuestra pasión se está convirtiendo en una agonía sin final. David derrotó a Goliath con una piedra. No estaría de más que todos lleváramos una en el bolsillo.

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