Es una semana en la que la tradición impone que los creyentes recapaciten sobre su conducta respecto a los cánones dictados por su iglesia. ¿Qué hemos hecho bien? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Cómo reconducir los errores para no volver a incurrir en ellos? Son días de penitencia que, a los más implicados, viene impuesta por los clérigos poseedores del privilegio de juzgar e imponer la condena pertinente.

Cada vez que se produce un cambio de tendencia en el grupo vencedor se conmueven los cimientos de las escrituras que, supuestamente, marcan los límites de conducta, establecen derechos y garantizan libertades.
En estos momentos, en España, estamos viviendo la semana de penitencia más larga de la historia. Comenzó un 20 de Noviembre de 2011 cuando millones de ciudadanos creyeron en el paraíso que, a modo de profecía evangélica, les prometieron fascinerosos disfrazados de ángeles salvadores.
Prometieron la vida eterna para conseguir la tiara del poder y, desde el mismo momento en que la obtuvieron, nos acusaron de pecar sin medida durante años y años. Vivir por lo que ellos consideraban por encima de nuestras posibilidades era un pecado que exigía una penitencia sine die.
Nació una nueva Inquisición que juzga y condena a la hoguera sin escuchar al reo. No le importa torturar, aniquilar, desesperar. Nuestro pecado es querer seer libres y es algo que ellos no pueden consentir. Ahora que tienen el templo no admiten otro dios que el que ellos han creado.
Bienaventurados los pobres porqué de ellos es el reino de los cielos.
El gobierno de Rajoy se ha tomado al pie de la letra esa bienaventuranza del evangelio cristiano. Solo que el reino de los cielos es para ellos mientras que a nosotros nos condena a la miseria, la incultura, el miedo, incluso el hambre.
La semana santa es solo una semana. Nuestra pasión se está convirtiendo en una agonía sin final. David derrotó a Goliath con una piedra. No estaría de más que todos lleváramos una en el bolsillo.
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