sábado, 21 de julio de 2012

LA CRISIS IRRUMPE EN LA VIDA DE JUAN

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21-07-2012

 Abuelos: Gráfico vectorial abuela y su nieto. Siluetas sobre un fondo blanco

A Mario le costó contarles lo que le pasaba. Se perdió en una serie espesa de divagaciones respecto a su idea de emanciparse profesionalmente, apelando a su conocimiento del sector, defendiendo que posiblemente había llegado el momento de orientar su futuro y el de sus hijos cabalgando a lomos de una empresa propia donde su capacidad no estuviera al servicio de las decisiones de otro.
Juana no entendía nada. Y no dejaba de hacerle preguntas sencillas pero directas que desequilibraban a su hijo porqué todas terminaban en la misma pregunta.
-¿Porqué, hijo? ¿No estás bien con Don Prudencio?-
Llevaba 30 minutos allí y no conseguía armarse de suficiente valor para decirles a sus padres que por la mañana, cuando llegó a la puerta del taller, lo encontró cerrado. Llamaron a Don Prudencio y nadie contestó. Cuando empezaban a preocuparse llegó la policía con una orden de registro. Un agente les preguntó por el dueño. Respondieron lo que sabían, que no había aparecido a la hora de abrir el taller.
-Ni esperen que lo haga- les espetó el policía.-Tenemos una orden de detención y vamos a precintar la nave- Ni siquiera esperó a que replicaran. -Por favor, acérquense a aquel coche y facilítenle a mi compañero su DNI para identificarles a todos y un teléfono de contacto para que podamos llamarles a declarar- Dicho esto se dió la vuelta y se sumó a los otros agentes que estaban precintando la entrada. A Mario le sorprendió que no echaran la puerta abajo. Pero no entendía nada de la operativa policial como no entendía qué podía estar pasando.
Lo primero que se le vino a la cabeza es que era fin de mes. Mientras esperaba, junto a sus compañeros, que tomaran nota de sus datos, llamó a Natalia preguntándole si había accedido a la cuenta corriente familiar. Su mujer le respondió despreocupadamente que si y que todavía no les habían ingresado la nómina, atribuyéndolo a que solo eran las 9 de la mañana. A mediodía haría una nueva comprobación.
Prefirió no comentarle lo sucedido. No le parecía oportuno hacerlo a través del teléfono. Se acreditó ante el agente de policía y buscó su coche. Antes de arrancar llamó a su padre. Siempre lo hacía cuando la seguridad le abandonaba. Al mover la llave de contacto se preguntó qué podía haber pasado con Don Prudencio. No supo contestarse, ni siquiera suponer.

Juan había permanecido callado durante todo el tiempo que su hijo empleó en no decirles nada. A pesar de que le dolía ver como Juana se angustiaba ante la vaguedad de Mario. Algo grave estaba pasándole a su hijo. Finalmente Mario les contó de un tirón lo acontecido. -¿Ya se lo has contado a Natalia?- La pregunta de su padre le llegó acompañada de una mirada que pretendía abrazarle.
-No, papá. Primero he preferido hablar con vosotros. Natalia, si llega a intuir lo que yo ya creo, si cree que hemos perdido mi trabajo, se alterará mucho y no me ayudará a pensar- Respiró y terminó su comentario como si hubiera conseguido lanzar cien mil gases contenidos..-Ya sabéis como es...¡qué os voy a contar que no sepáis!-.

-Llama a Natalia y dile que hoy comemos todos aquí- Más que una propuesta las palabras de Juan sonaron como una orden. -No le extrañará, de vez en cuando lo hacéis- No dejó espacio para que su hijo pensara en si convenía ese encuentro familiar donde podrían saltar chispas cuando su mujer se enterara. Pero pensó que al amparo de sus padres podría calmar a Natalia y, entre todos, buscar salida a un problema que ponía en solfa su vida y la de sus hijos. A Mario no se le ocurrió pensar, en aquel momento, que la vida de sus padres también se estaba sumergiendo en el mismo océano de inquietudes.

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