sábado, 11 de agosto de 2012

DESOBEDIENCIA CIUDADANA = REVOLUCIÓN



La expropiación de alimentos es un paso más. No se puede consentir que casi 17.000.000 de personas estén por debajo del umbral de la pobreza o en sus lindes. Son datos que van más allá de la estadística; unos datos que el gobierno no puede manipular a pesar del control que impone a los medios públicos de comunicación. El hambre no se disfraza con palabras.
Contra esto solo nos ofrecen palabras que siempre desembocan en decretos, reformas y proyectos destinados a agravar la situación. Basta con revisar, una a una, las medidas adoptadas por Rajoy y sus satélites para descubrir que no piensan hacer nada, que sus objetivos son otros.
Solo nos hablan del IBEX 35, de la Prima de Riesgo, de los Mercados, del BCE, el FMI y la coyuntura del euro. Siempre bajo la supervisión de la señora Merckel que parece ser la dueña de los destinos de Europa. Puede que esos términos macro económicos sean el motor del planeta. Pero no se mueven en búsqueda de soluciones reales para esos 17 millones de personas y todas las que ya están llamando a la puerta para engrosar la cifra de desesperación.

La desobediencia se palpa en todos los rincones del país. Nos negamos a pagar peajes abusivos, conseguimos impedir deshaucios y, ahora, peleamos contra el hambre buscando la comida donde se guarda bajo llave.

No puede ser que ya deje de ser noticia que miles de niños lleguen a la escuela en ayunas porqué sus padres no pueden ofrecerles el Cola Cao de las mañanas. No puede ser que los jubilados hayan agotado sus reservas a base de intentar soportar las necesidades de sus hijos y nietos. No puede ser que estar enfermo nos cueste más dinero a pesar de haber cotizado toda una vida. No puede ser que la policía filme las manifestaciones con ánimo de identificar a los presentes y sancionarles con 300 euros. No puede ser que mientras la pobreza se instala en un país que se autoproclama del primer mundo los cargos de libre designación con sueldos millonarios se multipliquen por diez. No puede ser que se burlen de nosotros calificando de "mamandurrias" verdades como puños.

Decía Ortega que en los motines que la escasez provoca las masas en su afán por conseguir el pan acababan destruyendo las panaderías.

Puede que haya llegado el momento de demostrarle que estaba equivocado. Al fin y al cabo era un liberal. Las masas civilizadas y democráticas no destruyen la fuente de su vida. La administran correctamente haciéndola producir para que haya pan para todos. Algunos ricos menos, solo algunos, y ningún pobre.

No puede ser que España sea esto. No lo es. No podemos dejar que lo sea. No lo consintamos.

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